Argumentos contra la pena de muerte:
1) Sólo es venganza, la cual es muy comprensible, pero no repara nada ya que no devuelve a las víctimas asesinadas a sus familias. Tan sólo añade a dichas muertes una muerte más.
2) Sus defensores insisten en que un asesino ejecutado ya no volverá a reincidir. Pero está comprobado que la inmensa mayoría de los asesinos, incluso los que han cometido los más bárbaros crímenes, se rehabilitan en prisión y no reinciden una vez libres. Sólo una minoría muy reducida de asesinos son muy difíciles de recuperar o irrecuperables, generalmente enfermos mentales, asesinos sexuales múltiples, psicópatas y similares, para los que el quitar la vida constituye una suerte de placer o de ritual. Algunos afirman que la pena de muerte debería contemplarse sólo en estos casos. Yo no estoy de acuerdo, opino que la cadena perpetua o la reclusión psiquiátrica de por vida, y sobre todo una mayor precaución a la hora de evaluar quién puede ser dejado o no en libertad, bastan. Pero, incluso si se defiende la pena capital para estos asesinos, conviene insistir en que se trata de casos muy excepcionales. Un porcentaje ínfimo de los que son ejecutados, por ejemplo, en los supuestamente civilizados EEUU.
3) Otros dicen que, si se ejecuta al prisionero, no hay que mantenerlo en prisión y se ahorran gastos. Es discutible. El proceso de ejecutar a un reo es mucho más costoso de lo que se cree. Y, de todos modos, debería pesar más la cuestión ética que la económica a la hora de valorar este asunto.
4) Es irreversible. En EEUU se tiene noticia con frecuencia de reos ejecutados que, tras una revisión de sus casos, se demuestran inocentes. Con la cadena perpetua el error puede subsanarse (como ha ocurrido en otros países, incluído el nuestro), con la pena de muerte no.
5) La pena de muerte representa, además de algo éticamente cuestionable de por sí, también un instrumento de represión y de abuso en no pocos regímenes. En muchas dictaduras los opositores políticos son silenciados bajo la amenaza de la pena de muerte, tipificándose como merecedores de dicha pena "delitos" como la simple disidencia. También, bajo gobiernos islamistas, son castigados de este modo "crímenes" como el adulterio.
6) La pena capital no reduce la delincuencia. Muchas veces es demandada por esta razón, incluso por la opinión pública (sobre todo cuando aumenta el índice de criminalidad). Sin embargo, está demostrado que la pena de muerte no disuade a los asesinos, ni a los que actúan por impulso ni a quienes lo hacen por premeditación. A los primeros, por razones obvias, y a los segundos, porque suelen pensar que no los capturarán o porque no les importa ser capturados. En los territorios donde se mantiene la pena de muerte ésta no parece influír en absoluto en el número de asesinatos (y mucho menos aún en el índice de delincuencia general).
7) El Estado no puede imitar al asesino cuando imparte justicia. Es contradictorio. También es embrutecedor. Basta observar qué naciones conservan implantada la pena de muerte en sus sistemas legales y qué naciones la han abolido: los retencionistas suelen ser dictaduras (de izquierdas o de derechas), regímenes militares o fundamentalistas, etc. En el mundo occidental, mayoritariamente abolicionista, pervive en EEUU, un país rico pero con grandes contrastes socioeconómicos, importantes bolsas de pobreza, individualismo y competitividad feroces y una visión exclusivamente punitiva de la justicia (herencia de los orígenes puritanos del país).
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