Opino que el programa de televisión Muchachada Nui ha sido un tanto sobrevalorado, pese a buenas secciones como las Celebrities (por su espontaneidad) o Los Klamstein. No bastan ciertas referencias gratuitas a la cultura popular y el "tú ve grabando a ver qué sale" para elaborar humor. No sólo de frikismo se vive. El humor absurdo, por absurdo que sea, no me dice nada si no hay ironía, gag, ingenio, chiste (por cierto, muchos buenos chistes surgen tras decir un montón de tonterías improvisadamente, como sabía y proclamaba el gran Groucho Marx). Por todo ello me gustan los Monty Python.
El carácter de los británicos es como el del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde: adustos por fuera, excéntricos por dentro. Cualquiera que haya visitado el Yunáitet Quíndon sabrá que allí está mal visto ir borracho por la calle y que todo el mundo se va a dormir a media tarde... pero de puertas para adentro, en los hogares y en los pubs, se bebe tanto como aquí y también hasta la madrugada. Una "esquizofrenia" parecida sufrían los Python, que conseguían que te descojonases conservando siempre esa finura y elegancia característica del perfecto caballero de bastón y bombín.
La mejor baza de estos cómicos era su extraordinaria capacidad para recrear las situaciones más disparatadas de la forma más verosímil posible. El contraste entre unos escenarios, personajes y diálogos muy expresivos y bien construídos (algunos son puro cine, o en su defecto, puro teatro) y el contenido absurdo, sin sentido, de la trama subyacente tenía una fuerza poderosísima. Ahora estamos más acostumbrados a estos recursos humorísticos surrealistas, pero en su época constituyeron toda una revolución. Si ya nos chocan a nosotros, imagináos a la peña de entonces.
El humor moderno no sería lo que es sin ellos. Ahora que -en la reclusión forzosa a la que una fractura de peroné me obliga- los estoy redescubriendo, nada mejor que hacerles un homenaje colgando aquí dos sketches suyos. El primero me hace reír a carcajadas por su mezcla de absurdo y lenguaje corporal (grande John Cleese). El segundo es uno de los diálogos humorísticos más brillantes y originales que he oído nunca.
El carácter de los británicos es como el del Dr. Jeckyll y Mr. Hyde: adustos por fuera, excéntricos por dentro. Cualquiera que haya visitado el Yunáitet Quíndon sabrá que allí está mal visto ir borracho por la calle y que todo el mundo se va a dormir a media tarde... pero de puertas para adentro, en los hogares y en los pubs, se bebe tanto como aquí y también hasta la madrugada. Una "esquizofrenia" parecida sufrían los Python, que conseguían que te descojonases conservando siempre esa finura y elegancia característica del perfecto caballero de bastón y bombín.
La mejor baza de estos cómicos era su extraordinaria capacidad para recrear las situaciones más disparatadas de la forma más verosímil posible. El contraste entre unos escenarios, personajes y diálogos muy expresivos y bien construídos (algunos son puro cine, o en su defecto, puro teatro) y el contenido absurdo, sin sentido, de la trama subyacente tenía una fuerza poderosísima. Ahora estamos más acostumbrados a estos recursos humorísticos surrealistas, pero en su época constituyeron toda una revolución. Si ya nos chocan a nosotros, imagináos a la peña de entonces.
El humor moderno no sería lo que es sin ellos. Ahora que -en la reclusión forzosa a la que una fractura de peroné me obliga- los estoy redescubriendo, nada mejor que hacerles un homenaje colgando aquí dos sketches suyos. El primero me hace reír a carcajadas por su mezcla de absurdo y lenguaje corporal (grande John Cleese). El segundo es uno de los diálogos humorísticos más brillantes y originales que he oído nunca.
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